En pocas semanas los días comienzan a ser mas cortos y el azul será intenso. San Julián comienza a llenarse de bullicio y el silencio a la noche se rompe con un sonido característico. El andar de las zapatillas costaleras, la voz del capataz y el "runrún" de los ensayos. Es la estampa repetida pero por ello menos ansiada, la que los costaleros de la Hiniesta han aprendido en la cátedra del tiempo, la enseñanza de las viejas tradiciones del barrio.
La hermandad tiene que sentirse satisfecha de contar hoy con una generación de costaleros fieles a la hermandad y comprometidos no solo con la cofradía en la calle, sino con las necesidades que surgen a lo largo del año. Costaleros que anteponen su condición de hermanos y demuestran su responsabilidad en la vida de hermandad, participando de la misma.
Desde estas líneas os animo que sigáis esta tradición, que las enseñanzas recibidas de los antiguos costaleros sean transmitidas a los jóvenes que se incorporan al mundo del costal. Que viváis con intensidad la hermandad de la Hiniesta, disfrutando dentro y fuera de las trabajaderas. Pero sobre todo que pongáis a los pies del Cristo de la Buena Muerte y su bendita Madre de la Hiniesta todas vuestras inquietudes. Ellos os llevarán sobre los pies, con paso firme y seguro.
Un fuerte abrazo.
José Antonio Romero Pérez
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